Thursday, March 03, 2022

Así que, a usted...

 ... ¿no le gustan los musicales?


Hola, mi nombre es Emmanuel Lazos y vengo a joderle la vida con cosas que no le interesan. 


Ok, no.


Bueno, sí, un poco. 


Veamos. Decidí desempolvar este añejo blog, porque llevo más de un mes queriendo escribir mis muy personales comentarios acerca de una película: Tick... Tick... Boom!

La película, como tal vez ustedes saben, se encuentra disponible en Neflix, y -entre otros reconocimientos- cuenta con dos nominaciones a los premios Óscar de este año, una de ellas, Mejor Actor, con Andrew Garfield como nominado. 

Pero antes de comentar un poco más acerca de esta película en específico, tengamos una conversación.

Primero, yo aclaro: "La película es un musical."

Y entonces usted, amable lectora/lector dice:

"¡Aah...!" (en uno de esos "Ah" cuyo final permanece como suspendido, sugiriendo que la frase completa, no pronunciada, sería: "¡Ah! Eso era... por ahí hubiéramos empezado..." 


Y concluye, afirmando con toda seguridad: "Es que no me gustan los musicales"


Claro. Por supuesto. 

Aquí, la conversación puede tomar diversos caminos:


-Entonces... no te gustan. ¿Las películas o las obras musicales? 

- Ninguna.

- ¿Eso incluye las películas de Pedro Infante, Jorge Negrete y Tin Tan, por ejemplo?

- Osea, no, esas son otra cosa.

- Son musicales...

- Pero, osea, no, a mí los que no me gustan son como, osea, ya sabes, los musicales en los que los actores de pronto se sueltan cantando sin razón alguna...

- Eso es exactamente lo que pasa con las películas de Pedro Infante, Jorge Negrete, Tin Tan y muchas otras... en algún punto de la narración, los protagonistas cantan, en ocasiones como una forma de aportar algo a la narración (acentuar el drama, crear un entorno romántico, dar un giro cómico o profundidad al personaje... etc.) y, en algunos otros, cantan cosas que prácticamente no tienen nada que ver con lo que ha pasado hasta el momento en la película, ni con lo que pasa después. 

- Bueno, esas sí las veo a veces... pero...

Y es así como la duda asoma un poco, permitiendo a la persona (a usted) preguntarse: “¿Realmente no me gustan los musicales?”


En otras ocasiones, la conversación toma un tono más tajante.

- No sólo no me gustan: me cagan los musicales. Son mamones, cursis, sobreactuados y llenos de pendejas historias de amor o historias de superación adolescente en un irreal e hiperendulzado contexto escolar norteamericano completamente carente de viso alguno de realidad.

- Ya. ¿Qué opinas de la película "The Wall", de Pink Floyd?

(Aquí algunos voltean los ojos y los ponen en blanco mientras su rostro cambia de color)

- No. Mames. Ellos son dioses. Son intocables. Son otra cosa.

- Lo sé. Pero la película es un musical. De hecho, es uno de esos musicales que prácticamente no tiene diálogo y la trama es relatada por las canciones. Básicamente es 'Los Miserables', versión Pink Floyd.

- ¿¿CÓMO TE ATREVES??

- Es real.

- ¡PERO YO NO VEO LA PELÍCULA, SÓLO ESCUCHO EL ÁLBUM!

- ¡¡PERO LA PELÍCULA NARRA EL ALBUM Y EL ALBUM LA PELÍCULA!!

Y aquí es donde sigue una serie de insultos que no tiene sentido transcribir en este espacio.


Ahora, si hablamos de las películas de Disney... pues, más musical que eso, difícilmente se va usted a encontrar. Y le aseguro que se sabe todas las canciones de todas las películas que vio en su niñez y juventud.


En fin. Creo que usted ya sabe hacia donde se dirige esta proselitista entrada de mi tan empolvado y oxidado blog. 


Pero espere, espere, no se vaya, no cierre la oxidada puerta todavía... *Lazos, un anciano harapiento y desdentado, se acerca caminando torcidamente a la puerta de esa casa-blog que se cae a pedazos, e intenta que su visitante no se vaya* déjeme contarle mi propia experiencia con los musicales. (Hablando de "cerrar la puerta", ¿sabía usted que existe una obra musical cuya escena inicial muestra a un grupo de simpáticos promotores de una organización religiosa tocando de puerta en puerta y diciendo "Hello!"…? Y, cuando yo le cuente quiénes son los creadores de esa obra, no me lo va a creer...)

Bueno, le confieso: a mí “no me gustaban los musicales”, o, no mucho. Perooo… me casé con una mujer maravillosa a la que le gustan mucho, muchísimo, las obras musicales. Y entonces, comencé a ir a verlas. 

Para bien o para mal, comencé asistiendo a obras musicales un tanto ¿clásicas? Digamos que son obras cuya popularidad comenzó hace 30-40 o más años. Independientemente de su antigüedad, muchas de esas obras son una joya, pero -como en todo- en gustos se rompen géneros y algunas me parecían ¿de hueva? Sí. Hay musicales que no me gustan. Les puedo hacer un artículo completo de por qué “A Chorus Line” y “José el Soñador” me cagan. O por qué “Jesucristo Superestrella” me gusta como puesta en escena, pero yo le quitaría como el 80% de la música. O de por qué “Cats” me parecía tan deficiente como “A Chorus Line” hasta que conocí un poco más sobre su origen y ahora la veo con una óptica completamente distinta que me permite disfrutarla realmente. O de cómo en varias obras  musicales encuentro vertientes político-ideológicas que me hacen levantar bastante la ceja…


En fin. Gustaba de algunos musicales, y de otros, no. Y entonces, un buen día de 2018 mis hijos decidieron ingresar a una compañía de talleres teatrales para presentar una versión teatral de The Greatest Showman, película estrenada en 2017 y protagonizada por Hugh Jackman.

Y entonces, todo cambió.

Si ustedes no han visto la película, ésta básicamente intenta presentar una versión (extremadamente idealizada y romántizada) de la vida (o alguna parte de ella) de P.T. Barnum, un empresario circense norteamericano del siglo XIX que forjó fama a partir de montar espectáculos en los que mostraba personas con características peculiares que podían incluir condiciones como enanismo, gigantismo, sobrepeso, hirsutismo, etc. Algunas de esas condiciones eran reales, y otras eran montajes que iban de lo medianamente creíble a lo descaradamente burdo. En fin, para no alargar esto más, la película tuvo éxito, más que por su trama, por la belleza de sus imágenes y por lo emocionantes que resultan sus canciones. Es una de esas que merece verse con el mejor sonido posible. Y el montaje de sus coreografías es un lujo, sin mencionar que cuenta con un elenco de muy populares actores que, en su mayoría, también cantan (sólo uno de los temas es doblado por una cantante que no es la actriz que interpreta al personaje). 

El caso es que... al participar en esa puesta en escena, mis hijos se enamoraron del teatro musical. 

Ahora, antes de que usted diga: "¡Ah, claro! ¡Pues es que es 'papá cuervo' y tiene que gustarle todo lo que hagan sus hijos" Déjeme decirle que...


Pues sí.

Sí soy papá cuervo. Perooooo... en realidad, gracias a la participación de mis hijos, he descubierto que el mundo del teatro (y cine) musical es mucho, mucho más amplio y diverso de lo que yo suponía. Y mi idea es expresar un poco de este descubrimiento, a través de estas líneas.

Existe una multitud de obras musicales basadas en películas no musicales, y de películas musicales basadas en obras musicales y, por supuesto, de obras musicales basadas en películas musicales y... en fin. Hasta el infinito.

¿Las temáticas de las obras musicales siempre son cursísimas historias de amor, con bailables en grupos de chicas que levantan la piernita, u óperas semi-modernizadas que en realidad son viles fusiles de algunos libros clásicos, incluida la Biblia? Eeeeeeehm, no. Aunque, sí, también hay bastante de eso.

Sin embargo, las temáticas y los géneros musicales que abarcan esas obras son variadísimos. Hay musicales con música de ópera (o de estilo operístico), hay musicales de rock, hip-hop, música latina, a capella, soul, jazz, celta... lo que se le antoje. ¿Y las temáticas? Las hay románticas, bíblicas, de conflictos adolescentes, de conflictos psicológicos, históricas, bélicas, aeronáuticas, con temática sexual, asexual, homosexual, heterosexual, travesti, parodias con temática religiosa, parodias con temática política, parodias de superhéroes, parodias de shows infantiles de títeres... y un largo etcétera. 


Aquí es cuando aparece un experto en arte dramático y declara:

- El teatro musical es tan sólo una forma menor, rudimentaria, vanal y excesivamente comercial que ni siquiera se acerca a lo que es el verdadero teatro

- Ya. 

- Sí.

- ¿Terminaste?

- Sí.

- Perfecto, sigamos...


En mi opinión, el teatro musical es un espectáculo de entretenimiento que brinda la oportunidad de presenciar el trabajo de personas con voces extraordinarias, capacidad actoral incuestionable y, en muchos casos, con montajes coreográficos deslumbrantes y piezas musicales realmente entrañables. Todo, en un mismo lugar y por el mismo precio. Una ganga.

Pero espéreme, ya, ya casi termino. No se duerma. Este es el infomercial más largo que se ha soplado en la vida, lo sé. 

Los musicales pueden clasificarse de muchas maneras, y con muchas etiquetas, pero yo desconozco esas clasificaciones. ¿Y para qué lo mencionas, sotorpe? Ooh, péreme.

Yo he “descubierto” tres ¿vertientes? ¿subgéneros? ¿formas? bastante claras de identificar a los musicales: los musicales con música original, escrita y producida específicamente para esa obra; los musicales que generalmente derivan de otras producciones musicales, ya sea de teatro o de cine, y que recogen temas musicales de la producción que les dio origen incluyendo, además, temas adicionales creados para esa versión y, finalmente, existen los musicales jukebox, que son aquellos en los que se usan canciones que ya existían y, de algún modo, la trama hace que esas canciones se integren en la narración. Esto último a veces sale bien, y otras... ¿no tanto? 

Por ejemplo, un musical jukebox muy conocido por el público hispanohablante es "Hoy no me puedo levantar", musical escrito por Nacho Cano, integrante original de Mecano, en el que incluyó todas las canciones de Mecano que pudo, además de alguna de las canciones que grabó en sus discos como solista (o en colaboración con otras cantantes). Y... bueno. ¿Qué decir? Yo crecí en los 80's y muchas, muchísimas canciones de Mecano forman parte del soundtrack de mi vida, ineludiblemente. Me gustan, me las sé, y hasta las canto, si quieren (jamás esperen que me salgan como a Ana Torroja, eso sí). Pero... en mi opinión varias de esas canciones no tienen absolutamente nada que ver con la trama. Su inclusión en ella es forzadísima, innecesaria, confusa y provoca que la obra se acerque a las 3 horas y media de duración.

Pero existen musicales jukebox con tramas mucho más ingeniosas y divertidas. 

Aunque, en atención a su tiempo y a su salud mental, le hablaré de ellos (más brevemente) y de algunos otros en mi siguiente entrada de este viejo, empolvado blog.