Sí. Esta entrada trata sobre Donald Trump. Es bueno tirarle a Donald Trump, ¿no? Es un blanco fácil. Y con "blanco fácil" no me refiero a su pálido tono de piel y a su posible inclinación a ceder ante los encantos de una dama o algo así. En realidad me refiero a... bueno. Es fácil de criticar.
Personalmente, llevo varios años pensando que Donald Trump es uno de los personajes más sobredimensionados de la sociedad norteamericana, un patán cuya ignorancia supera por mucho a su riqueza. Lo catalogo en un nivel intelectual cuatro o cinco escalones por debajo de Kim Kardashian, Kanye West o Paris Hilton. Es como un Mr. Bean, pero aún más carente de gracia. Alguien que encarna perfectamente los conceptos de "redneck" o "hillbilly", pero forrado con millones de dólares.
En fin.
Cuando Trump inició su carrera hacia la candidatura republicana por la presidencia de los Estados Unidos, me dije mil veces que no pasaría de ser el nuevo Ross Perot: un espontáneo de la política, un arrimado del poder, un limosnero de atención, un oportunista del reflector y una pésima broma. Supuse a la sociedad norteamericana muy por encima de lo que, en mi opinión, encarna Trump. Tristemente, me equivoqué.
Es extremadamente fácil hablar pestes de Trump. Y, sí, al igual que a ustedes, a mí me encanta cuando exhiben su ignorancia, su esquizofrénica visión del mundo, su arrogancia y su ineptitud en tantos aspectos que es imposible llevarle la cuenta. Sí, me encanta que hagan eso. En su país.
¿A qué voy con todo esto? A que desde que su proyecto de candidatura comenzó a fortalecerse y crecer a pasos agigantados, comenzó a cundir la alarma. En distintos rincones de internet, esa gran ventana -o lo que creemos que es la gran ventana- del mundo, comenzaron a surgir toda clase de expresiones de preocupación acerca de la posible candidatura de un mandril de esa calaña como contendiente a un puesto que le permitiría conducir los destinos del que aún se supone como el país más poderoso del mundo. Si en todo el mundo ha ocurrido, muy lógico es que en México ocurra también, en especial cuando sus primeros discursos de campaña estuvieron plagados de denostaciones hacia nuestro país y nuestra gente.
En serio, a mí también me caga Trump.
Y sin embargo...
Sin embargo, me preocupa la reacción que algunos políticos de nuestro país tuvieron a bien expresar de las más diversas formas, con respecto a la persona y proyectos del Sr. Trump.
Desde hashtags de Twitter hasta spots radiofónicos y televisivos, han sido utilizados para manifestar un rechazo frontal a todo lo que Trump significa. Es más... la designación del último embajador de México en Estados Unidos fue anunciada a ocho columnas como un modo de "darle batalla a Trump". No estoy en desacuerdo en estar en desacuerdo con él, pero... ¿será la mejor estrategia si en realidad se le quiere hacer daño?
Yo me pregunto lo siguiente: si el mismo fenómeno ocurriese, pero de allá para acá... ¿qué pensaríamos los mexicanos? Supongamos que en el año 2018, en plena campaña para la elección presidencial mexicana, un grupo de legisladores norteamericanos inician una campaña directa y decididamente en contra de algún candidato verborréico y con visibles trazas de desequilibrio mental. No se me ocurre ninguno, pero tomemos como ejemplo a El Peje, así como al azar. ¿Cuál sería la primerísima reacción de tan ilustre personaje a cualquier crítica venida del extranjero? La alegría incontenible, por supuesto. Sus discursos se verían plagados de referencias a tan notable hecho:
"Ej que noj tienen miedo..."
"Ojserveng cómo la ultraderecha de loj vejinoj del Norte también opera con loj poderej fácticoj para mantener jometido a ejte paíj..."
"Ji hablang, ej por que no lej convenimoj, no lej conviene el proyecto de un Méhico fuerte, valerojo, que loj confronte, que muejtre una opojijióng digna al imperialijmo..."
¿Le sigo? Y lo peor no es el discurso, sino la gran cantidad de personas dispuestas a tragarse algo así. A enaltecer a cualquiera que traten de envilecer nuestros 'enemigos'. Cualquiera que no les convenga a ellos, nos conviene a nosotros, ¿no?
Las conclusiones facilotas le encantan a muchos, al Norte y al Sur del Río Bravo.
Pensando en esto, ¿en la cabeza de quién cabe que eso no puede ocurrir también allá? ¿Su visión es tan corta que no pueden intuir que todo embate venido de fuera le sonará a una buena parte del pueblo estadounidense como un intento de países parásitos (nosotros) para continuar recibiendo 'apoyos' de su gobierno y enviando 'invasores' a sus tierras?
Concluyamos. Me queda claro que, esas bravatas trumpeteras que algunos de nuestros políticos han echado a andar no tienen, ni por asomo, la intención de tener un impacto real en lo que ocurra en la campaña presidencial estadounidense. En realidad, es un modo fácil de venderse como 'machito de barrio'. Es tirarle al de afuera para ganarse al de adentro. No es que supongan que una campaña contestataria a las descalificaciones de Trump vaya influir en las elecciones de noviembre de 2016. Desean creer que va influir en las elecciones de julio de 2018.
Pero... de verdad, deberían pensar en el impacto que también puede tener hacia afuera ese tipo de acciones. Si en realidad logran hacerse oír de aquel lado, al final estarán reforzando la campaña de alguien a quien algunos consideramos un riesgo latente para el entorno geopolítico mundial. Los votos que ganen aquí, no valen algo así, en serio.
Además, sería bueno recordar aquel artículo que se publicó hace poco en el New York times, y cuya traducción publiqué en este mismo blog: http://elpeaton.blogspot.mx/2016/04/el-problema-de-autopercepcion-en-mexico.html En pocas palabras, la autora de dicho artículo decía algo parecido a esto: "México anda inventándose demonios externos, cuando los peores que tiene se encuentran adentro."
Valdría la pena pensarlo, para saber en donde meter la nariz, y en donde no.