Ustedes, probablemente, hayan visto la ultrasexy fotografía
que algún tiempo adornó el encabezado de mi cuenta de Twitter. Por si se
perdieron de tal deleite para la vista, me permito ponerlo aquí, para su
personal disfrute.
Después de este mamarracho intento de autopromoción
prostitutiva, debo decirles que he practicado el tiro con arco una vez en mi vida:
la que pueden ver en la foto. Pero, ya desde antes de tener la oportunidad de
practicarlo, era algo que me llamaba poderosamente la atención. Puedo apuntar que,
después de practicarlo aunque sea una vez, que es un deporte extraordinario. Creo que va más allá
de lo que se percibe a simple vista. Llámenme romántico, o drogado, pero podría
jurarles que existe una conexión, más allá de lo físico, entre el tirador, la
flecha y el blanco. Cuando disparas, y la flecha da en el blanco, es casi como
si ‘sintieras’ su impacto en el mismo. Muy extraño, pero muy, muy agradable.
Algún día regresaré a practicar la arquería.
Mientras eso ocurre, les dejo esto, que leí mucho antes de
tener un arco en mis manos, y que tiene qué ver con la arquería, pero también
con todo aquello a lo que llamamos: la vida.
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IGNORAR EL BLANCO: LECCIONES DE LA ARQUERÍA ZEN
Mi universidad, Hampshire, era conocida por tener una oferta
deportiva poco común. Nuestro único equipo deportivo oficial era Miedo Rojo, el
gran equipo de frisbee. El resto de nuestros deportes eran organizaciones
completamente intramuros, manejados por estudiantes, profesores, o alguna
combinación entre ambos, y como resultado de ello, existían algunas opciones
bastante peculiares disponibles para los estudiantes curiosos. Mientras examinaba
las listas de cursos durante mi primer semestre, una de las opciones atrapó mi
mirada: Kyudo, el arte japonés de la arquería zen.
Tomé Kyudo por tres semestres. Lo dejé cuando comencé a
pasar por asuntos personales que sentí que requerían atención, y ahora desearía
no haberlo dejado porque más tarde descubrí que mis tres horas a la semana de
tiempo en silencio, enfocado, con un arco y una flecha, eran una de las pocas
cosas que en realidad me estaban ayudando a mantener la cordura. En
retrospectiva, aprendí mucho más que sólo arquería de esas clases, pero como
todas las buenas lecciones en la vida, llegué a esa conclusión hasta mucho,
mucho después.
Como siempre estoy dispuesto a ofrecer consejos no
solicitados a mis amigos, pienso que sería bueno compartir algunas de las
lecciones que aprendí durante el tiempo en que estudié y practiqué este lento,
muy enfocado, arte marcial. Algunos de estos consejos están muy vinculados con
el pensamiento Zen, lo cual es de esperarse dada la manera en la que yo llegué
a este conocimiento. Espero que los disfruten.
ENFÓCATE EN EL PROCESO, Y EL RESULTADO SE DARÁ NATURALMENTE.
Este es uno de los principales postulados del Kyudo. En todo
el año y medio de mi instrucción en ese arte, podría contar con los dedos de
una mano el número de veces en las que el maestro puso atención en el lugar o
posición en el que nuestras flechas se clavaban en el blanco. El noventa y
nueve por ciento de nuestra instrucción era sobre el proceso, el conjunto de
movimientos que hacen al Kyudo ser lo que es. La idea detrás del Kyudo es que,
si tú llevas a cabo estos movimientos de manera perfecta, el tiro aterrizará
exactamente en donde debe de aterrizar. Por ello, el enfoque está en el
proceso, no en el resultado, porque si el resultado no es bueno, significa que
hay algo malo en el proceso. “Ignora el blanco”, solía decir nuestro sensei, “TÚ eres la única cosa que puede afectar a esta flecha.”
En la vida, si te enfocas demasiado en el resultado final,
te puedes perder en el proceso que debe llevarte a ese resultado. Enfocarte
demasiado en un viaje que planeaste, puede causar que te distraigas de tu
trabajo hasta el punto en el que pierdas ese trabajo, que es fundamental para
financiar dicho viaje. Un jinete enfocado en ganar la carrera, podría ignorar
el hecho de que su caballo no está en condiciones para correr. Enfocarte en el proceso
mejora tus oportunidades de alcanzar la meta, pero también te obliga a ir más
despacio. La vida es un viaje, no una carrera hasta la línea de meta. Reduce tu
velocidad y enfócate en el proceso de vivir, y probablemente encontrarás tus
metas justo frente a ti, en lugar de pasar el tiempo persiguiéndolas.
HACER ALGO POR UNA VEZ, NO REQUIERE NADA. HACER ALGO UNA Y OTRA VEZ, REQUIERE VERDADERA MAESTRÍA.
En el Kyudo, el arquero típicamente hace tres disparos, uno
detrás del otro. La idea es que, si todo es perfecto y todo se hace exactamente
igual en cada ocasión, las tres flechas deberán de clavarse en el mismo lugar.
A diferencia de la arquería occidental, que suele enfocarse casi de manera
exclusiva en apuntar la flecha hacia el blanco, el Kyudo se enfoca casi por
completo en los movimientos para preparar el disparo y la manera de tomar el
arco, con apenas un mínimo de atención en apuntar hacia el blanco. La idea es
que, si tú llevas a cabo los movimientos de manera exactamente igual cada vez, ni siquiera
tendrás que apuntar: la flecha llegará exactamente al mismo lugar en que llegó
la flecha anterior (afectándola únicamente, y de forma mínima, las condiciones
del ambiente). Las aptitudes del arquero en el Kyudo no se miden por qué tan
bien ejecutó uno de los tiros, sino por qué tan bien ejecutó el conjunto de sus
tres tiros, incluido todo aquello lo que hace entre tiro y tiro. Hacer un disparo perfecto,
podría ser cosa de suerte, pero hacerlo tres veces, requiere verdadero talento.
En la vida, suelo aplicar esto a mi definición de lo que es
el éxito. Un triunfo es agradable, pero no indica que seas un maestro en lo que
haces. Como escritor, ser publicado una vez no importa realmente, hasta que
logras ser publicado en forma constante. Un fotógrafo amateur que está en el
lugar correcto, en el momento correcto, puede tomar una foto increíble, pero lo
que lo separa de un verdadero profesional es la habilidad de tomar una foto
increíble en cada ocasión, sin importar el lugar o el momento. El verdadero
éxito no consiste en hacer algo bien una vez, es hacerlo así cada día.
DOMINAR UNA PARTE DEL PROCESO NO SUPONE MAESTRÍA. UN MOMENTO PERFECTO NO ES LA PERFECCIÓN DEL TODO.
En el Kyudo hay una manera correcta de hacer todo. Una forma
apropiada de encordar tu arco, una forma apropiada de caminar, incluso una
forma apropiada de respirar. Si no haces todo de la manera apropiada, en el
mejor de los casos tu disparo estará lejos del resto de tus otras flechas, y en
el peor, ni siquiera le darás al blanco. Los jueces en las competiciones de
Kyudo ponen atención en todo el proceso: todo, desde la postura general del
cuerpo hasta la posición de la mano en el arco y la estabilidad en cada uno de los
movimientos, todo está bajo escrutinio, pues se parte de la creencia en que una falla menor
en alguna etapa del proceso conduce a un problema mayor al final del mismo.
En la vida, esto puede aplicarse casi a cualquier cosa. Que
seas excelente para cocinar un plato en particular no te hace un cocinero
excelente, así como un beso después de una pelea no significa que tu relación ha
vuelto a ser como antes. Ten cuidado de que, el ser exitoso en un área, no te
haga suponer que ya lo eres en todo tu proyecto, de trabajo o de vida. Con frecuencia,
el éxito en una parte es tan sólo el primer paso de los muchos que tendrás que
dar para llegar al final.
SI NO DAS EN EL BLANCO, EL BLANCO ESTÁ MUY LEJOS. MUÉVELO.
Los arqueros en Kyudo usualmente comienzan a disparar con el
blanco ubicado a menos de 3 metros de distancia (tres pasos). Si los disparos
no se agrupan en la misma área cercana, el arquero debe moverse aún más cerca.
Sólo cuando los disparos dan
consistentemente en la misma área contigua, el
arquero se mueve hacia atrás. De este modo, el arquero pasa muy lentamente de
dispararle a un blanco a 3 metros de distancia, a uno que se encuentra a más de
30 metros de distancia.
En la vida, esto aplica a las metas. Es tentador decir “¡Quiero
bajar 20 kilos!”. Eso suena mucho más como un verdadero logro, que decir “¡Quiero
bajar 5 kilos!”, ¿no es cierto? Pero, en realidad, es mucho menos probable que
logres tu meta de los 20 kilos, que tu meta de los 5 kilos. Moverte más cerca
del objetivo, te permite no sólo construir tu confianza en ti mismo, sino también,
construir tu maestría del proceso. Comienza con lo pequeño, muévete despacio y, eventualmente, alcanzarás
tus metas.
Tengo planeado escribir algunas otras entradas acerca de las
lecciones que he aprendido a través de las diversas artes marciales que he
estudiado, así que ¡estén pendientes para más inspiración como esta! ¿Tú has
estudiado algún arte marcial? ¿Qué aprendiste de acerca de la vida, a través de
ese arte?
[La imagen del título es de LanceXiao. El resto de las
imágenes en el texto, son de Martin Miranda, GhostGirl y Greg.]
Artículo traducido por Emmanuel Lazos, de su original: Ignore The Target: Lessons From Zen Archery, por Wilson Freeman, en su blog Drifting Focus.
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Un agregado mío al artículo, sería el siguiente: alguna vez leí que, los grandes maestros de este arte, llegan a hacer sus disparos con los ojos vendados. Y todos dan en el blanco. Esto, para demostrar la importancia absoluta de dominar cada movimiento del proceso. Una vez logrado eso... el blanco ni siquiera tiene que estar a la vista, para dar en el centro.
4 comments:
Esta entrada de verdad que tiene mucho sentido; el enfoque de la arquería zen me parece adecuado. Lástima que en la vida tendemos a hacerlo al revés. Felicidades y que bueno que aceptaste el Reto Blog. Saludos. Gonzalo
¡Gracias, Gonzalo! Y sí, por acá seguimos, en el #RetoBlog.
Un gran recordatorio práctico sobre la relación causa-efecto. Impresionante la claridad de la filosofía al aceptar que si el proceso no es bueno el resultado tampoco lo será.
Muchas gracias por compartirlo.
Abrazo
¡Qué bueno que te gustó, Ricardo! Desde la primera vez que lo leí, realmente me abrió los ojos a algunos de esos conceptos que llamamos "las netas de la vida", esas verdades que parecen estar ahí desde siempre, pero que casi nunca tomamos en cuenta.
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