Thursday, October 09, 2014

RODOLFO, EL FLACO DE LA NARIZ GRANDE (QUE NO ES UN RENO)

Ayer, 8 de octubre de 2014, me dirigí a las 20:00 hrs. (el 8 a las 8) desde mi trabajo hasta el Auditorio Nacional, para reunirme con la mujer que ha inspirado más letras, más sonrisas, más lágrimas, más amaneceres y más intenciones de eternidad en mi vida: mi esposa. Ella, la imprescindible, la esencial, la eterna presencia de cada uno de mis latidos. Ella. 

Es conveniente decir que... debí salir antes. El concierto comenzaba a las 20:30 horas, y yo quedé de verme con mi esposa a las 20:00 en punto en la puerta del Auditorio. Pero, ya saben, el 90% de los asuntos inaplazables del trabajo deben de acumularse -por algún diabólico e inexplicable mandato- en los últimos 15 minutos que planeabas estar en la oficina. 

El caso es que ahí estaba yo, a las 20:22 horas, intentando cruzar el Paseo de la Reforma, tras una lluvia torrencial que, afortunadamente, no duró más de 10 minutos. Dicen, los que quieren ponerse muy espesos al respecto de la pulcritud de sus carreras políticas o sus trayectorias en cualquier ámbito, una frase muy, muy mamila que, para mi estupefacción y tristeza, siguen creyéndoles algunos ingenuos. Me refiero a aquella de: "Hay aves que cruzan el pantano sin mancharse". Bueno. Reto a cualquier estúpida ave a cruzar el camellón de Reforma cuando está recién llovido, a ver si no se manchan el plumaje, el pico, las patas y hasta las mollejas. Perdonen, pero tenía que desahogarme porque, en serio, cuando llueve, ese camellón es un lodazal al que hay qué entrar en zancos y del que hay salir con malacate. Y muy embarradamente. 

Pero yo iba a verla a ella. Y a verlo a él. Y a verla a ella viéndolo a él, que es una de las cosas que más disfruto hacer. 

Bueno, antes de que su mente divague por ideas equivocadas, corto el preámbulo para asesinarles el suspenso (¡uy, sí! ¡qué suspenso! Tiembla, Hitchcock, tiembla...) de un sólo acorde: el acorde de un piano aporreado por un flaco de poco más de 50 (años y kilos), llamado Rodolfo. Fito, pues, Fito Páez.

Quien no haya asistido nunca a un concierto de Fito Páez, puede por favor abandonar la sala. Gracias.

¡No! ¡No es cierto! ¡No se vayan! Quédense y léanme un ratito más. Tal vez les gusten estas letras. O lo que pueda contarles de las letras que yo oí, cantadas por el argentino Páez. 

Tengo fotos. ¡En serio! Y... y... una foto del TrackList que le saqué al mismísimo documento del ingeniero de sonido. Esto, no porque seamos influyentes, o conocidos del ingeniero, sino porque no somos ni tan pudientes como para estar en las primeras filas, ni tan proles como para estar en el asiento más cercano a techo del auditorio. Osea... semiproles. Y bueno, estábamos sentados justo a un lado de la consola, y lo demás es historia.


¿Por qué me gusta la música de Fito Páez? En ocasiones no lo sé. Es un extraordinario pianista, y un muy respetable guitarrista. Compone con letras y armonías que logran hacer eso que hacen los artistas que se vuelven nuestros: hacen eco en esta alma que acostumbro portar, en espacios y regiones de ella que ni siquiera yo tengo bien determinados. La música de Fito me explica esas realidades que no se encuentran afuera, sino dentro de mí mismo. 

Por hoy, les dejo el TrackList, y las fotos. Tal vez mañana logre concretar un poco más acerca de lo que cada una de esas canciones me fue provocando al avance de la noche. 

Aquí los dejo, en compañía de sus ojos, y las muy malas fotografías que logré obtener de esa noche. 












2 comments:

Alexa Calatayud said...

Fito ed tan grande como flaco desgarbado

Gonzalo Suárez said...

Y nada, que si hubieras ido en Ecobici: 1.- Hubieras llegado a tiempo 2.- Te hubieras manchado menos. 3.- No hay hubiera que valga: hay que ver a Tito Fáez o como quiera que se llame-, aunque sea a través de tus fotos.

Saludos.